8 jun 2015

No olvides nunca que la verdadera belleza es una actitud

Un día cualquiera en una ciudad cualquiera de un país cualquiera, nació una niña preciosa. Sus maravillosos ojos lo miraban todo con curiosidad. Y cuando empezó a caminar por la ciudad le dijeron que para ser guapa había que llevar vestidos bonitos y dejó de sentirse guapa si no llevaba un lindo vestido.



Y le dijeron que si cambiaba el color de su piel, sería mas guapa, y le enseñaron a maquillarse. Y dejó de sentirse guapa si no iba maquillada.
La dijeron que para ser guapa tenía que ser más alta, y sufrió sus primeros tacones. Y se sentía bajita, enana, si no llevaba tacones.
Le dijeron que para ser guapa tenía que ser delgada, y ya nunca pudo comer lo que le gustaba, sin sentirse culpable.
Y le dijeron que su pelo, y le dijeron que su cintura, y le dijeron que su pecho. Hasta que aquella niña se sentía tan fea, que todos los días necesitaba hacer grandes sacrificios para sentirse un poco más guapa.

Terminó por estropearse la piel, maquillándose a diario, destrozarse los pies al llevar tacones muchas horas, desnutrirse al mantenerse extremadamente delgada.
Le habían enseñado a no quererse como era, a necesitar cientos de añadidos ortopédicos para ser digna de los demás. Hasta que empezó a temer que los demás descubrieran como era ella en realidad. Y sintiéndose fea, se enamoró de un chico que la trataba como si ella no fuera digna de él, y a ella le pareció normal. Y sintiéndose así, fea, sin aceptarse a si misma, permitió que la maltratara.
No olvides nunca que la verdadera belleza es una actitud, y que eres increiblemente preciosa cuando eres auténtica.







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Es fácil enamorarse de la belleza.

Los caballeros y todos la preferimos. En lo particular confieso que no soy capaz de contener un amor repentino por un par de ojos separados con la distancia justa y una nariz que sabe al mismo tiempo elevarse y descender en perfecto equilibrio sobre la boca. Aunque el propietario de esos ojos haya tenido dificultades en aprender a multiplicar y no sepa distinguir Suecia de Suiza. No me importa, no nos importa, porque la belleza tiene la capacidad de auto contenerse.

Su tiranía nos somete a diario. Aunque su canon varíe, su adoración es una esclavitud de la que nadie quiere huir. Desde lo más remotos tiempos. Las Venus paleolíticas son las únicas imágenes que nos quedan de los tiempos del hombre de Neandertal, su belleza predominó sobre la fuerza del guerrero más feroz. Nada de esto ha cambiado: Carla Bruni, llegó a ser en su momento políticamente más incorrecta que Sarkosy. Poco importaba si Bruni tenía opiniones de izquierda o derecha, si estaba a favor o en contra del uso del velo o de la inmigración ilegal. Le bastaba con permanecer erguida al lado de su conyugue, le bastaba con existir, hierática, en el pleno uso de su belleza y cualquier cosa que Sarkosy se permitiera decir carecía de importancia.

La belleza tiene sus propias palabras, es elocuente. No es un símbolo, algo que está en el lugar de algo más. Nos habla desde su perfección, es, al mismo tiempo, el objeto representado, la idea mental y su expresión. Por ello jamás está vacía, nunca es banal. Cuando la observamos nos ponemos en contacto con un lenguaje que no está hecho de silabas o de palabras. Ella ejecuta su melodía, cifra su mensaje en el antiguo código que los griegos identificaban con la música de las esferas, con la virtud y con la justicia. La belleza es inteligencia, su forma es contenido.

La mujer perfecta